No es la primera vez que Monika visita una zona de guerra. Ya lo había hecho en el año 2002 en Líbano, cerca de la frontera con Israel, cuando trabajó como miembro del contingente militar polaco, siendo asistente en el campo de logística en la jefatura de la misión de paz de las Naciones Unidas UNIFIL. Allí conoció a su marido, el Coronel del Ejército Argentino Marcelo Calderón, quien en esa época cumplía tareas como Observador Militar. Formaron una familia y Monika se estableció definitivamente en Argentina.
Como una de las recientes misiones de Marcelo fue la de Agregado de Defensa de Argentina en Moscú, entonces cuando empezó la invasión rusa a Ucrania el periodismo comenzó a consultarlo.Fue de esta manera que conoció al periodista Bryan Mayer, del prestigioso diario santafesino El Litoral, quien le propuso a Monika que lo acompañe en su misión de corresponsal de guerra en Ucrania, como su intérprete. Monika maneja, además del polaco y del español, un perfecto inglés y ruso, y entiende ucraniano.
Cuando el avión aterrizó en Cracovia, Monika nos cuenta que lo primero que le llamó la atención fue ver jóvenes vestidos con uniformes estadounidenses y paramilitares. Decidieron entrevistarlos y ellos aceptaron con la única condición de no revelar sus nombres y rostros. Eran voluntarios noruegos que se dirigían a Ucrania para sumarse a las Fuerzas de Defensa Ucranianas. ¿Qué puede motivar a que un joven noruego arriesgue su vida por un país lejano y con el cual ni siquiera lo unen lazos culturales? Tal vez el convencimiento de que, si Putin tiene éxito en Ucrania, seguramente luego irá por Noruega.
En Cracovia, la antigua capital de Polonia, Monika notó una impresionante cantidad de refugiados ucranianos, casi todos mujeres y niños. Por todos lados se veían carteles escritos en ucraniano con instrucciones para los recién llegados. En la estación ferroviaria de la ciudad, con lo primero que se encontraban los refugiados, luego de un largo viaje en vagones repletos y a oscuras, era una comida caliente y un espacio de juego para los niños montado por las voluntarias polacas.
La siguiente parada después de Cracovia fue PrzemyÅ›l, donde los recibió la familia del amigo de Argentina de Monika, Alejandro, cuyos padres eran oriundos de esta zona. De allí viajaron al paso fronterizo de Medyka. En ese lugar Monika se encontró con una extensa cola de gente que huía de su país, casi todos mujeres y niños y muy pocos hombres. Monika nos relató que en camino de vuelta de Ucrania, vio como la guardia fronteriza de dicho país impedía cruzar a Polonia a tres jóvenes varones ucranianos. Luego visitó tres ciudades relativamente cercanas a la frontera: Lviv (antes Lwów), Ivano-Frankivsk (antes Stanisławów) y Truskavets. Todas ellas habían sido parte de la II República de Polonia entre 1918 y 1939. Son ciudades hermosas y todavía mantienen algún parecido a cómo era Polonia cuando cayó el comunismo.
Como conclusión de los viajes le llamó la atención cómo allí convive el pasado con el presente. En el histórico Cementerio Lychakivskyi de Lviv, conviven carteles en polaco recordando a quienes lucharon por su patria en 1918, como también de los ucranianos que perdieron sus vidas en la batalla, que libraron ambos países en 1918 - 1919. Lamentablemente fue necesaria la creación de un nuevo sector destinado a las sepulturas de los caídos en combates, víctimas del actual conflicto que inicio en el 2014.
Monika nos contó que le resultaba abrumador el constante peligro de ataque y el circundante sufrimiento humano. Pues una cosa es enterarse por los medios que bombardean una ciudad y otra muy distinta es ver a las oleadas de desesperados refugiados llegar ese mismo día de este exacto lugar, escuchar el impactante sonido de las sirenas o recibir una alerta antiaérea por la red de celular y tener que correr a un refugio antiaéreo. O mientras todo el mundo se esconde de los misiles que están volando, acercarse lo máximo posible a un masivo incendio, producto del impacto de un proyectil ruso.
Asimismo, nos relató que en la parte oriental de Ucrania mucha gente por más que se siente ucraniana habla ruso y su primer contacto realmente importante con el idioma ucraniano fue cuando encontró refugio en Ivano-Frankivsk. Mientras recibían sus raciones de comida una cocinera los incentivaba a decir sus primeras palabras en ucraniano y con tanto éxito, que pronto escuchó a cambio un sentido "diakuyu" en ucraniano (significa "gracias"). También resulta interesante como muchos ucranianos no tienen ningún problema en hablar en ruso, mientras que otros de ninguna manera quieren hacerlo considerándolo el idioma del enemigo.
Monika destacó que rige la ley marcial, las medidas de seguridad adoptadas en las ciudades ucranianas son rígidas. Si bien los comercios, los servicios y las industrias intentan trabajar normalmente y a partir del 28 de marzo 2022 hubo clases en forma normal, el toque de queda es estricto, como también la ley seca (no se puede tomar alcohol fuera del domicilio particular y su venta se encuentra prohibida), como también solo se pueden tomar fotografías con permiso. Cabe destacar que contar con un pasaporte polaco, fue una especie de salvoconducto sumamente útil en todas las oportunidades que se presentaron y Monika pudo acceder a lugares y situaciones vedadas para otros periodistas. Decir ""Soy polaca, vivo en la Argentina y vengo con un corresponsal argentino"", enseguida despertaba la simpatía de la gente y de las autoridades, tanto civiles como militares.
Es importante mencionar que hoy en día tanto en Polonia como en Ucrania se establecieron oficinas donde se pueden y deben denunciar los crímenes de guerra cometidos por los rusos en el transcurso de la invasión y Monika como voluntaria del Instituto Pilecki de Polonia también se hizo responsable de llevar esta información a las víctimas que encontraba en su paso por Ucrania y Polonia, todo esto para que a futuro los crímenes no queden impunes.
Para finalizar, es importante destacar que en lo que va del año más de seis millones de ucranianos abandonaron el país (casi todos mujeres y niños). Antes de la invasión, en Polonia trabajaban más de dos millones de ucranianos. Hoy son más de tres millones y medio de ucranianos viviendo en territorio polaco. La mayoría de ellos encontró refugio en hogares polacos. Muchos polacos dieron techo en sus mismas casas o en sus casas de verano. Tengo conocidos en Varsovia que hicieron lugar en el propio living de su casa para recibir a un refugiado. Como polaco esta actitud me llena de orgullo.
Andrés Chowanczak
Vicepresidente de la Unión de los polacos en la República Argentina.
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